La primera clase me ha generado tantas reflexiones que me centraré en la concepción de ciencia y su filosofía. Por mi experiencia como investigador en biología celular, lo más interesante me parecería reflexionar sobre el carácter científico de la biomedicina contemporánea, aunque necesitaría del espacio de un libro.
El texto de Hansson es muy significativo de cómo cuando se habla de ciencia se piensa en física y o se ignora o se desconoce que la prueba empírica en biología celular-molecular no es tan evidente. Ir a mirar si está la llave allí normalmente no es posible, sino que buscamos evidencias indirectas (subrogadas) sobre su existencia. Estas “evidencias” están muy condicionadas por la técnica (y la tecnología) y por el que conduce y analiza el experimento.
Para los cazadores distinguir el hecho de las valoraciones es una cuestión de vida o muerte, el incentivo moral y social es ser lo más precisos posibles en la búsqueda del hecho. En una sociedad tecnocientífica el incentivo (al menos en biomedicina) no es acercarse al hecho, sino publicar. Además se publica mejor cuando se es ligeramente disruptivo. Los indicios que indiquen que la gacela ha cambiado totalmente de rumbo serán ignorados o descartados porque son demasiado difíciles de demostrar y el modelo actual lo desincentiva. Harán falta más de 3 años para demostrar que la gacela cambió de rumbo y hay que conseguir financiación ya. Se realzarán y dará más valor a aquellas “evidencias” que puedan indicar que la gacela sigue un rumbo parecido. Además como esas evidencias no son directas sino subrogadas, ligeras diferencias en las condiciones experimentales (un poco más de exposición en un Western Blot) nos confirmarán nuestra hipótesis sólo ligeramente disruptiva.
Un aspecto muy interesante del texto de Hansson es cuando habla de que para una argumentación racional científica es imprescindible estar emocionalmente preparado para “ir allá donde nos lleve el argumento y renunciar a ideas que apreciamos, y reconocer las aportaciones intelectuales de otros participantes”. Sin embargo, tal como describe Bruno Lemaitre en este artículo, publicado en FEBS titulado Science, narcissism and the quest for visibility, la ciencia contemporánea premia al individuo narcisista (mayoritariamente hombres) en el sistema científico, seleccionando precisamente “líderes”, o PIs, con un carácter narcisista que precisamente están emocionalmente impedidos para escuchar nuevas ideas, separarse de sus ideas preconcebidas y prejuicios. Algo muy sencillo de ver en cualquier congreso de biomedicina.
De las propuestas más interesantes para acabar con esta deriva de la tecnobiomedicina es aumentar la formación en filosofía de la ciencia del personal investigador. Como se parte de cero, un aumento ya sería significativo. Las propuestas de Laplane, especialmente la III y la IV son muy interesantes. Es importante que la filosofía esté presente en el temario de las carreras científicas pero sobre todo en masters y doctorados. Desde las instituciones financiadoras se podría valorar positivamente que investigadores co-dirijan tesis de filosofía de la ciencia. Porque cito “El conocimiento del trasfondo histórico y filosófico confiere ese tipo de independencia de los prejuicios de su generación de los que padece la mayor parte de las científicas. Esta independencia conferida por el juicio filosófico es –en mi opinión- la marca de distinción entre ser meramente una artesana o especialista y una buscadora real de la verdad”
Y como bien cita el artículo, no se puede permitir que la biología (molecular y celular) se convierta en una ingeniería. Aunque yo opino que ya lo ha hecho. Y sigue el camino de intentar cambiar el mundo sin comprenderlo, tal como Echeverría define tecnociencia.